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Sexo, drogas, y… regulación

Ámsterdam vive desde hace siglos un paso por delante: la Iglesia toleró las prostitutas y hoy los amsterdameses han sabido respetarse por lo que son

Calles céntricas de Amsterdam, agosto 2011.

La historia dice que Ámsterdam fue el primer puerto de Europa en el siglo XVII. Eso significa que lo bueno y lo malo, todo, podía encontrarse en la ciudad. Eran años que la Iglesia Católica negociaba con las prostitutas su emplazamiento: “De acuerdo, estaros aquí, pero enviadnos los pecadores después”. Y así es como el barrio rojo se extiende alrededor de la iglesia más antigua de la ciudad.

Hoy esa herencia de tolerancia, o negocio según como se mire, rige la vida de los amsterdameses. Después de ser la capital europea de las reivindicaciones feministas y homosexuales se expandió el consumo de droga.  En 1976 Holanda aprobó la enmienda que descriminalizaba las drogas blandas (alcohol, tabaco y cannabis) con el objetivo de disminuir los estragos de la heroína. Permitía su pertinencia y su cultivo únicamente con luz natural.

Proliferaron los choffeeshops que son locales amables que sirven café y venden marihuana. Las drogas duras (heroína, cocaína, LSD…) están prohibidas y sólo se trafican. De hecho Holanda controla todos los vuelos provinentes del Caribe por el aumento del tráfico de cocaína en los últimos años. La maría que venden los coffeeshop pasa por estrictos controles del Ministerio de Salud. La aceptación va más allá, en Ámsterdam incluso existe una Escuela da la Marihuana (Oudezijds Achterburgwal 124). La ONG que la organiza enseña todas sus peculiaridades, des de su cultivo y consumo a los riesgos y efectos del cáñamo. Y es que el cáñamo lleva en Holanda más tiempo que los Orange.

Barrio de Jordaan, Amsterdam.

Se habla del turismo de la droga. Es como el turismo de sol y playa, un estilo de turismo que reporta beneficios. Ámsterdam acoge a todos los huéspedes. Esos que por la mañana van a museos y por la tarde pasean por el barrio Jordaan. Y también aquellos que se pegan a las sábanas y toman el almuerzo en un coffeeshop.

 ¿Y el barrio rojo?

Es prostitución femenina legalizada. Las chicas que trabajan, están sindicadas y pagan la seguridad social. Lo curioso es la exposición en un escaparte. Pero de eso ya habló Webber en La ética protestante y el espíritu capitalista; se trata de vender.

¿Turismo sexual? Es difícil, los precios no son económicos. Es aceptación, es tolerante: -¿quieres hacerlo? Hazlo, pero que sepas lo que haces-. Eso sí, pagando y con normas. Y eso pasa con la prostitución y con las drogas.

Quizás uno piense que en Ámsterdam regalan la droga y ofrecen sexo a buen precio en cada esquina. A esos hay que decirles que vengan y vean que eso que se imaginaban es más parecido a la discoteca dónde van sus hijos/hijas que a la ciudad sobre el río Amstel.

El cuento llega a su fin

Ámsterdam no es Holanda y una pera no es un limón. Pues para muchos holandeses Ámsterdam es demasiado ácida para tragársela, así que quieren limpiar su imagen de la capital europea del sexo y las drogas. Por otro lado está la presión internacional. Bruselas y Berlín están hartos de que sus ciudadanos viajen a Holanda y luego vendan cannabis en Bélgica y Alemania.

Con todo, el gobierno liberal de Mark Rutte, en el poder des de hace un año, presentó el pasado junio una propuesta de reforma de la Ley de drogas. Tiene el apoyo de la derecha y de la ultra derecha de Geert Wilders y entra en vigor el 1 de enero de 2012. La reforma prevé que los coffeeshops sean clubes con un máximo de 1.500 socios y todos ellos de nacionalidad holandesa. Todo parece abonado para que crezca un mercado negro de droga, cosa que nunca ha existido en Holanda.